jueves, 6 de mayo de 2010

Trabajo de Sant Jordi- Corrección Queralt Sala Cabrera

La última vez que la vi tenía 9 años. Estaba en la parada del autobús. Mi hermana, mi única hermana había desaparecido justo después de subir en el (al) autobús. El conductor la vio subir, pero no bajar. Revisaron las cámaras de vigilancia pero no la vieron. Tampoco encontraron nada ni nadie sospechoso. Desapareció cómo por arte de magia. Mi madre tiene la esperanza de que la secuestraron y qué algún día volverá, no muy tarde, pero yo ya sé que lo dice para tranquilizarme. Después de eso mi padre se marchó de casa y sólo nos quedamos mamá, yo y Chispa (mi perra). Esta última murió hace dos años. Aunque esto pasó ya hace tres años, lo recuerdo cada día, y me arrepiento de haberla dejado sola. Lo más probable es que bajara del autobús antes de que las cámaras se encendieran.

Desde ese día, todo fue distinto. Para empezar había perdido a mi única hermana y a mi padre. Los niños pueden llegar a ser muy crueles en la escuela. La mayoría de gente de mi clase me ayudaron, pero la otra pequeña parte de gente me lo hicieron todo más difícil. Pero precisamente, la historia que os quiero contar no es que digamos una historia triste. Mi madre me llevó al psicólogo poco después de lo ocurrido. Allí conocí a Estela, la psicóloga. Al principio me parecía que sería una de esas personas que se creen que se lo vas a contar todo, sólo porqué te digan que ellas son “amigas”. Pero ella era diferente. Sabia cuando no quería contarle nada y cuando estaba enfadado conmigo mismo y se lo quería contar. Puedo decir que me ayudó en todo. Si no fuera por ella, quizás no lo hubiera superado. Al principio, cuando entré en la consulta ella sonreía mientras escribía algo en un papel. Yo me senté y le dije un simple “hola”. No sonreía, y sólo se lo dije por tener un poco de cortesía. Ella no dejaba de quitar esa estúpida sonrisa de la cara y me advirtió que si íbamos a estar juntos un tiempo nos tendríamos que respetar un poco. Tengo que admitir que ella me convenció, pero soy muy cabezota y la miré un momento y le dije que empezáramos en cuanto antes. Esa tarde hablamos un poco sobre nosotros, y aunque ella sabía que yo iba ahí por el tema de mi hermana, no me preguntó nada por el momento. Al principio pensé que ella no lo sabía, así que se lo dije. Ella me volvió a mirar con una de esas sonrisas que llevaba puesta, y que nunca se le quitaba (que nunca conseguía sacársela). “Vaya, no creía que quisieras ir tan rápido”, me dijo. Entonces yo le dije, que, por mi no había prisa, pero que sólo lo decía para que lo supiera. La tarde se me pasó muy rápida(me pasó volando). Las dos horas que estuvimos juntos (En teoría eran dos horas) pero a mí me parecieron diez minutos. Cada tarde, después de salir de la escuela, mi madre me venia a buscar y me llevaba al psicólogo. Cada día me gustaba ir más allí. El tema de mi hermana, me seguía afectando, pero no sé, cuando estaba con ella se me pasaban todos los males. Una tarde, cuando entré y vi a Estela, me pareció como si (que) unas mariposas me recorrían el estómago. La verdad es que nunca había estado enamorado, por lo tanto, no sabía por qué me ocurría. Al salir de la consulta, le pregunté a mi madre que si alguna vez había notado cómo mariposas en el estomago, ella (estómago. Ella) se rió y me dijo que cuándo estas enamorado eso te pasa a menudo, cuando ves esa persona especial. Ella me miró con una sonrisa algo extraña, pero no me preguntó nada. La verdad es que cada día que pasaba, me sentía más enamorado de ella. Pero no podía decirle nada por el momento. Lo nuestro era un amor imposible. Para empezar yo sólo tenía 13 años, Estela 24 y era mi psicologa (y ella tenía 24. Además ella era mi psicóloga). Pero no podía continuar así. Tenía que hacer algo. Pero si se lo decía, parecería muy ridículo. Cuando ya creía que todo estaba perdido, y que no me volvería a enamorar nunca, apareció Esther, una niña nueva (ella. Era una niña nueva. Se llamaba Esther.). (Que casualidad, los nombres se parecían). Pero ella también era muy especial, además era muy guapa. Nos fuimos conociendo, y de repente un día me empezaron a perseguir unas mariposas por el estómago, cómo me pasó con Estela. Esther y yo crecimos juntos. Cuando yo tenía 23 años, nos casamos y tuvimos tres hijos.(.Tuvimos tres hijos.) Nunca olvidé a Estela, ya que nos seguíamos viendo, como buenos amigos. A otra persona qué tampoco olvidé nunca fue a mi hermana que, aunque nunca encontraron su cuerpo hicieron una lápida par que pudiéramos ir a verla (mi hermana. Nunca la encontraron, pero hicieron una lápida par que pudiéramos ir a verla). Poco después volvió mi padre, ahora ya no estoy enfadado con él, ahora soy feliz. (Mi padre me venía a visitar de vez en cuando, yo ya no estaba enfadado con él). FIN